Polvorón
Había una vez en un lugar no muy lejos de aquí, un perrito
que odiaba la Navidad. Su nombre era Polvorón, una mala pasada del destino de
la que no quería ni acordarse. Vivía en un lugar muy feo, al que por aquellos
tiempos llamaban “La Perrera” os voy a contar como era vivir allí, porque creo
que por estos tiempos no deben existir sitios así, tan feos. Polvorón vivía en
un cuarto pequeñito, donde hacia mucho frío y estaba muy oscuro ¡Pobre Polvorón
con el miedo que le daba la oscuridad!
Bien, pues ahora que Polvorón se ha dormido y nadie nos
escucha os voy a contar la historia de cómo el pobre llego a parar a este
espantoso lugar.
Cuando era muy pequeño Polvorón vivía con su mama y sus
hermanitos, hasta que un fatídico día la mujer que los tenia en su casa, decidió
separarlos ¡Como lloraron Polvorón y todos sus hermanitos! Los llevaron a un
lugar que no conocían, donde un hombre los metió en una caja de cristal, y
ellos muy asustados empezaron a llorar llamando a su mama.
-Oye, ¿pero que gritos son esos?
Los cachorros se asustaron aun mas y se agolparon al fondo
de la caja de cristal, solo Polvorón, que por aún entonces no tenia nombre, se
puso a mirar para todos lados hasta que vio de donde provenía la voz.
En otra caja de cristal que compartía pared con la que
habitaba el con sus hermanitos, pudo ver un pequeño animalito de color cobre
que no paraba de saltar de un lado a otro, intentando ver que pasaba mas allá
de su cajita de cristal.
-Hola, nos han metido aquí a mis hermanitos y a mi y no sabemos
como salir para volver con nuestra mama ¿usted sabe explicarnos el camino de
vuelta?
-¡Ay corazón! – dijo el animalito, que no era otra cosa que
una ardilla - De aquí no saldrás hasta
que un humano venga a comprarte.
-¿A comp… ¿quee? No entiendo que me quiere decir, yo solo
quiero encontrar el camino de vuelta a casa...
El resto de cachorritos, picados por la curiosidad de la conversación
de su hermano con ese animal tan extraño que no habían visto nunca, fueron
agolpándose unos a otros para querer mirar, hasta que sin darse cuenta acabaron
todos con la nariz pegada al cristal.
De repente alguien se acerco a la caja, el hombre loco que
los había metido ahí, junto un niño con otra mujer más adulta. Por aquel
entonces Polvorón no sabia que pasaba, solo llegaba a escuchar:
-¡Ese de ahí, mami, ese!
-Vale mi amor, si ese es el que deseas, te lo comprare..
Otra vez aquella maldita palabra... ¿qué querrán decir? Sin
darle tiempo a pensar mas, el hombre abrió la caja de cristal donde el y sus
hermanos estaban, y sin darle tiempo ni siquiera a darse cuenta cogió a uno de
sus hermanitos por una pata ¡y lo saco de la caja de cristal! La verdad no sabría
deciros cual hermanito lloraba mas..
-¡Hermano, no te preocupes voy a salvarte!
Pobre Polvorón, vaya coscorrón se dio con el cristal cuando
quiso saltar a defender a su hermanito. Cuando se levantó toda la cabeza le
daba vueltas y ya no veía a su hermano por ninguna parte...
-A eso me refería antes con la palabra comprar, cariño, tendrás
que resignarte, la vida es así y ya no veras nunca mas a tu hermanito – dijo el
extraño animal peludo.
Polvorón se negaba a creer que eso fuera cierto, aun le
quedaban 3 hermanos mas, pero cada uno era especial y no quería perder a
ninguno de ellos… e impotente viendo que no podía hacer nada, se puso a llorar.
-No llores, aquí estamos todos para eso, para que nos
compren. Tú, el resto de tus hermanos e incluso yo, que llevo aquí tantos años,
algún día abandonare esta horrible caja que no me deja ser libre.
-Pero... ¿adonde se lo llevaron?
-Pues a otra casa, tu hermano ya no tendrá que pasar mas
tiempo en esta caja diminuta compartida, lo llevaran a un nuevo hogar y tendrá
juguetes, comida, paseos al aire libre y lo que es mas importante muchos mimos
y amor de su nueva familia...
Aquella noche Polvorón se quedo dormido pensando en como
seria la nueva vida de su hermano. Poco a poco fueron pasando los días y sus
otros hermanos también fueron comprados… todos, menos el...
Y allí seguía, hablando día tras día con la señora Avellana,
pues resultó que la ardilla se llamaba así, esta le contó como vivía ella antes
de estar aquí, saltando de árbol en árbol, todo el día comiendo semillas y
durmiendo tumbada al sol..
Pasaban y pasaban los días y Polvorón se iba haciendo un
poquito mayor, y más alto, ya casi se chocaba con el techo de su caja de
cristal y seguían sin comprarlo. Un día, por fin para alegría de Polvorón, una
niña se asomo a su caja y se quedo prendada de el...
-Papa, porfi, porfi cómpramelo ¡Quiero ese perro, y lo quiero
ya!
-Princesa, ya sabes que a mama no le gustan los perros, además
un labrador crece mucho y no nos podemos permitir un perro tan grande en un
pisito como el nuestro.
Polvorón, movía su rabito a toda velocidad y le hacia ojitos
al papa de la niña, pues ya era hora de que como sus hermanitos también tuviese
un hogar donde saltar, jugar y recibir mimitos...
-Ains -dijo el padre- me va costar un enfado con tu madre,
pero no se decirte que no. ¡Nos lo llevamos!
¡Que felicidad! A toda prisa mientras los que serian su
nueva familia, iban a por el hombre que se encargaba de traerle la comida a su
caja, empezó a ladrar para llamar a la señora Avellana, que estaba dormida como
la mayoría de las veces y salió de su madriguera toda despeinada corriendo sin
saber que pasaba... ¡Cuánto se alegró de que por fin Polvorón conociera la
libertad!
El hombre de la tienda llegó, lo sacó de ahí y lo puso en
brazos de su nueva hermanita.
¡Que bien olía! Tan contento estaba que empezó a darle
grandes lametones de felicidad en la cara, y parece que a la niña le gustaba ya
que no paraba de reírse a carcajadas.
La llegada a su nuevo hogar no fue tan especial como a Polvorón
le pareció que debía de haber sido, pues a la madre de Marta que así se llamaba
la niña, no le hizo tanta gracia que le diera un gran lametón en la cara y le
dió un manotazo en el hocico...
El papa de Marta para que a su mama se le pasara un poco el
enfado se lo llevo a un lugar cerca de casa, al que llamaban parque y Polvorón
pudo ver como otros perritos como el hacían pipi en los árboles levantando la
pata como perritos mayores.
¡Alaa, yo nunca he hecho pipi así! – Alucinaba Polvorón.
Cuando por fin
llegaron a casa, la mama de Marta le había preparado una camita en la cocina y estaba
tan cansado por las emociones del día que nada mas lo dejaron ahí para probar
su nueva camita se quedo dormido, aunque Marta vino un poco mas tarde y con los
ojos entre abiertos, ya que ella misma le levantaba los parpados, pudo escuchar
como lo bautizaba con el nombre de Polvorón, pues al parecer estaban en navidad
¿que será eso? se pregunto el recién bautizado Polvorón... Y así piensa, que te
piensa se volvió a quedar dormido...
A la mañana siguiente, con las energías renovadas Polvorón
se levanto de un salto y se puso a inspeccionar la casa, tanta suerte tuvo que encontró
un comedero a rebozar de comida solo para el y agua fresquita ¡que bien voy a
estar con esta familia! Pensó el perrito. Una vez sintió la barriga bien llena,
fue a buscar a Marta pero no la encontró, estaba solo en casa. Buscó y buscó y
no pudo encontrar algo mas fascinante como lo que encontró ¡Un árbol en su
propia casa! Esto si que era un lujo, pensó Polvorón, era un árbol un tanto
extraño, pues tenia muchas cosas que brillaban colgadas, pero no iba a despreciar
el regalo que su familia le había hecho para que aprendiera a hacer pipi como
los perros mayores...
Corrió hacia la cocina y se hincho a beber agua para que le
entraran muchísimas ganas de hacer pipi, mientras llegaban las ganas se echo
una siestecita ¡Y llego el momento de probar su árbol!
Un chorrito aquí, un chorrito allá, vaya quizás no levantaba
la pierna lo suficientemente bien, pero con un árbol para practicar en casa,
pronto seria todo un profesional...
Tan contento estaba Polvorón que se puso a saltar y a jugar
con todos los juguetes que les habían ido dejando por todas las habitaciones
¡Si que era un chollo esto de que te compraran!
Andaba Polvorón haciendo de las suyas, cuando escucho que abrían
la puerta de su nuevo hogar y salio corriendo a ver si llegaba ya su familia,
moviendo su rabito a toda marcha. El grito que escucho a la mitad del camino,
le hizo pensar que se habían asustado porque no lo encontraban, así que cuando
llego a donde estaba Marta, papa y mama empezó a dar saltos ¡Aquí, aquí! ¡No me
he perdido estoy aquí! La mama de Marta se fue directa hacia Polvorón, diciendo
mil barbaridades sobre su mama y cuando
lo cogió por el pellejo de una manera muy fea que lo asusto mucho, le dio otro
manotazo en el hocico. Tanto se asustó que se le escapo un pipi, por culpa de
todo el agua que había bebido y no le había dado tiempo de ir a su arbolito de
nuevo. Otro grito ¡Que mala suerte! Parece ser que se había hecho pipi encima
de la alfombra favorita de la mama de Marta, a la vez que gritaba que se había
hecho pipi en el árbol de Navidad y se había comido todas las zapatillas, cogió
a Polvorón y a su camita y lo encerró en otra caja de cristal mucho mas grande
donde hacia mucho frío. Mas tarde Polvorón se
enteró por Marta que lo llamaban balcón. Polvorón no entendía nada ¿por qué
lo encerraban ahí por hacer pipi como los perros mayores y comerse sus
juguetes?
Pasaron los días y la mama de Marta, no lo dejaba salir de
la caja grande, Marta ya no jugaba con el porque afuera en la caja hacia mucho frío,
había días en los que no le daban de comer siquiera porque como no lo veían se
olvidaron de el...
Un día el papa de Marta lo saco de la caja, bueno, más bien
salio Polvorón, que ya se había convertido en todo un perrito adulto y era muy
grande. Cuando lo monto en el coche, pensó que ya había cumplido su castigo y
que irían al parque donde estuvieron la otra vez. Para nada. El papa de Marta
aparco el coche en un descampado, donde había un lugar con un cartel que decía
“Perrera Municipal” amarro a Polvorón a una reja de la puerta, llamo al timbre
y corriendo se montó en el coche ¡Polvorón no lo podía creer, se iba dejándolo allí!
Cuando a los 5 minutos salieron a recogerlo, escucho:
-¡Otro más! Y eso que estamos en Navidad...
¡Navidad! Pensó Polvorón enfadado, que seria esa dichosa
palabra que siempre lo metía en problemas.
Una vez más Polvorón se vio encerrado... ¡Como echaba de
menos su cajita de cristal junto la señora Avellana! Allí al menos no estaba
tan oscuro, ni hacia tanto frío y ni olía tan mal...
Bien, ahora ya sabéis como Polvorón acabo en la perrera,
lugar donde se encuentra ahora mismo durmiendo en un rinconcito buscando un
poco de calor, pero no sabe que esta noche será por fin su gran noche…
-¿Qué pasa, que pasa?- Se despertó Polvorón asustado por los
ladridos de todos sus compañeros. Un golpe muy grande en el suelo -¿Qué pasara
por ahí fuera?- Piensa Polvorón intentando asomar la cabeza por las rejas de su
particular habitación.
Mas y mas ladridos, de repente un perrito muy pequeñito de
ojos saltones asomo la cabeza por las rejas...
-¡Vamos, vamos! ¡Es nuestra oportunidad!- Gritaba el perrito
y Polvorón vio alucinado como le seguían la mayoría de sus compañeros...
-Eh! ¡Sacadme de aquí! Si habéis encontrado la manera de escapar
¡No dejadme aquii!
Cada vez podía oír como se abrían más puertas y salían
corriendo mas perritos siguiendo el camino del perrito de ojos saltones, todos
ladrando, saltando y moviendo sus rabitos...
Cuando Polvorón ya se empezaba a poner triste pensando que
seria el único que se quedaría ahí encerrado, escucho unos pasos y vio un
hombre muy extraño delante de su puerta, vestía un traje rojo y blanco y unas
botas muy grandes. Sus largas barbas blancas parecían muy divertidas.
JOJOJO ¡FELIZ NAVIDAD!- Dijo el extraño hombre
¡Nooo! ¡Otra vez Navidad! Para no acabar peor de lo que
estaba, pues siempre que aparecía esa palabra daba un paso atrás en su
estabilidad, Polvorón se echo en su rincón de nuevo y cerro los ojos muy
fuerte, deseando despertar mañana y que todo hubiese sido un sueño... Navidad
¡ja! A el ya no se la daban...
Abriendo un poquito un ojito, Polvorón vio como aquel hombre
puso cara de tristeza, después de desconcierto y por ultimo sonrió.
-Ay amiguito, cuanto abras tenido que pasar... Pero a partir
de hoy ¡se acabo!- Y mientras decía esto abrió la puerta de la habitación de Polvorón...
El perrito ni se inmuto, deseaba salir con todas sus fuerzas
pero vistas sus experiencias mejor quedarse donde estaba.
-Vamos perrito ven - Entro en la habitación de Polvorón y le
acaricio la cabecita- No se si has oído hablar de mi, soy Papa Noel.
Polvorón abrió el ojito mostrando un poquitin de
indeferencia pero deseando saber más.
- Yo llevo regalos la noche de nochebuena a los niños, este
año he recibido muchas cartas en las que me piden un perrito. Así que he
decidido sacar todos los perritos de las perreras del mundo, unos los regalare
a los niños buenos y responsables, a los que sus papas hayan inculcado amor y
respeto hacia los animales. Otros los llevare a mi taller de juguetes en el
Polo Norte y se los regalare a cada uno de mis elfos ayudantes.
Ahora que sabes a donde iras ¿Vendrás conmigo?
Polvorón se lo tenia que pensar, ¿y si daba de nuevo con
otra mama como la de Marta?
- Se donde os voy a dejar, te prometo que nunca mas sufrirás
a causa de la raza humana.
Acompáñame. - dijo tendiéndole la mano.
El perrito se levanto y esperanzado puso su mano sobre la de
aquel hombre. ¡Que aventura vivió Polvorón! Esa noche conoció perritos de todo
el mundo, chinos, africanos, americanos, alemanes ¡y muchos más! El hombre que se hacia llamar Papa Noel los había
metido en varios trineos y los iba dejando en distintas casas donde se veía que
reinaba la paz y el amor.
Cuando llego el turno de Polvorón, bajo por la chimenea con
Papa Noel y lo dejo en el salón al lado del árbol de Navidad, pero tanto humo había
tragado Polvorón al bajar por la chimenea que empezó a toser y despertó sin
querer a su nueva familia ¡Que miedo paso Polvorón cuando vio que los había despertado!
Ya se esperaba lo peor...
Pero se equivocaba. Por las escaleras bajo corriendo la niña
mas guapa que Polvorón había visto nunca, se abalanzo sobre el y lo apretó tan
fuerte que casi lo ahoga...
El papa y la mama de su nueva amiguita también lo achucharon
y besaron, le dieron agüita y comida y lo dejaron dormir calentito en la cama
junto Lucia, pues así se llamaba su nueva familia, Lucia, mama Ana y papa
Manuel.
Desde esa noche Polvorón
es muy feliz, pasea todas las tardes con su familia y cuando llegar al parque
juega sin parar con Lucia, ruedan por el césped, se bañan en el lago, toman el
sol y meriendan juntos.
Por fin Polvorón, tiene algo que agradecer a la Navidad...
su pequeñita pero amada Lucia.
FIN
alaaaaa, pero que preciosidad de cuento Estampida y muy acorde a tu blog, si señor, que hay gente que dice que no puede hacerlo porque no pega con su blog, pero el caso es hacer un cuento, cada uno como quiera jejejeje.
ResponderEliminarMe encanta, y cogí cariño a Polvorón jejejeje, yo quiero uno así. Un besazo.
Me alegro que te haya gustado Tamara, ya que me propuse hacerlo intente hacerlo lo mas acorde a mi blogs y los intereses de este ^^ Un besazo!
EliminarAla, pedazo cuentooooo, ya estás anotada en el reto del cuento de Navidad.
ResponderEliminarUn abrazo
Gracias Dany, me alegro que te haya gustado. Saludos!
EliminarLa moraleja, un animal no es un juguete requiere responsabilidad, el que no la sepa sobrellevar que no busque un animal...
ResponderEliminarNo vale la pena mal tratarlo ni de paso fastidiar a los demas con las consecuencias.
Y lo digo yo que les tengo fobia...Pero no me gusta la gente irresponsable que los tiene mal.
Excelente narración, y muy tierna historia. FELIZ AÑO NUEVO!!!!
Gracias Amatista ^^ una se inspira con lo que mas le puede, en mi caso los animales. Un besazo y feliz año a ti tb!
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